Álvaro Cuñado González es un jugador burgalés de voleibol, tiene 28 años y desde hace dos juega en Islandia, el país del hielo y el fuego, donde gracias al equipo en el que milita puede compaginar un trabajo y la práctica de su deporte favorito, y además hacerlo en uno de los clubes más importantes del país nórdico. Ocupa la posición de A-4 o atacante-receptor, y en su equipo, el IF Vestri, está considerado uno de sus mejores jugadores.
¿Pero cómo llega un burgalés a jugar al voleibol en Islandia, en la máxima categoría de este deporte y, además, a ganarse la vida con ello? Nos los explica su protagonista, uno de los varios españoles que a lo largo de los últimos años se han aventurado a dar este paso y, de momento, de forma muy positiva para sus vidas y su crecimiento personal.

Primeros años de voleibol a caballo entre Burgos y Madrid
Tras iniciarse en en el voleibol a los 12 años, en el IES Comuneros de Castilla «y jugando además en un equipo de chicas«, según rememora Álvaro Cuñado, «porque ese año no había equipos masculinos de voleibol en los Juegos Escolares», dadas sus buenas cualidades fichó por el Club Voleibol Burgos, que años después se fusionaría con el equipo de voleibol masculino de la Universidad de Burgos.

Una etapa en la que pasó por las manos de tres entrenadores como Pedro Pérez, Charo Ibeas y Carmelo Martín ‘Cañas’, recientemente fallecido, y en la que además empezó a demostrar su valía. «Tengo mucho cariño a mi etapa de formación, ya que en 2011 fui elegido Mejor Jugador de Castilla y León de la categoría juvenil y además fuimos con la UBU al Campeonato de España como campeones regionales, algo difícil de lograr dada la gran cantera que siempre ha tenido el CV Soria».
Posteriormente ascendió al equipo sénior de la UBU, en el que siguió jugando varios años a pesar de trasladarse a Madrid a estudiar Fisioterapia, e incluso jugó dos temporadas en la entonces denominada Liga FEV, la actual Superliga Masculina 2, con el propio equipo burgalés y con el Voley Playa Madrid.
Llega la oportunidad de salir de España
Ya de regreso a Burgos, en la temporada 2018-19, volvió a incorporarse al equipo de la Universidad de Burgos, con el que jugó en la Primera División Nacional, y fue al término de esa campaña cuando decidiría darle un cambio radical a su vida y apostar por un cambio de aires algo más brusco al de trasladarse de Burgos a Madrid.
Y la inspiración, la tentación más bien dicho, le llegó a Álvaro Cuñado desde Galicia. «Fueron dos jugadores gallegos, Ana María Vidal y Borja Vicente, ambos del Emeve de Lugo, los que abrieron el camino. Fueron los primeros en llegar a Islandia y los encargados de servir de trampolín para los jugadores y entrenadores españoles que luego hemos ido siguiendo su mismo camino», reconoce.

«Contacté con ellos, me dijeron que en Islandia el nivel de juego en la máxima categoría no era muy alto, y que además estaban facilitando la llegada de jugadores extranjeros para darle un salto de calidad a su voleibol. De hecho, ahora mismo estamos en la liga jugadores de Polonia, Estados Unidos, España y algún país más. Españoles somos ya un total de once entre los distintos equipos», relata Cuñado.
Isafjordur, una ciudad de solo 7.000 habitantes
Fue la semilla necesaria para que este burgalés empezara a sentir la atracción de probar algo nuevo, y máxime cuando el propio club que lo fichara le buscaría un trabajo perfectamente compatible con sus entrenamientos y partidos. Su destino, la ciudad de Isafjordur, pequeña población al noroeste de Islandia, de solo unos 7.000 habitantes, y distante unos 250 kilómetros de la capital, Reykjavik.

Metida entre dos montañas de más de 800 metros de altitud, y formando parte de un bonito fiordo, Isafjordur es la ciudad donde vive Álvaro Cuñado desde finales de 2019, cuando por fin le confirmaron la posibilidad de jugar en el equipo del IF Vestri, uno de los ocho clubes que integran la División de Honor islandesa, además de poder trabajar como fisioterapeuta.
«Las condiciones son muy buenas. Sueldo como tal en el equipo donde juego no nos pagan, pero tenemos los vuelos ida y vuelta entre España e Islandia gratis, el alojamiento gratis y, en mi caso, mi trabajo como fisioterapeuta con un sueldo -unos 2.000 euros mensuales- que destino únicamente a mi manutención. Otro compañeros trabajan en fábricas de pescado, panaderías, entrenando a equipos de niños, etc. Una situación realmente buena», reconoce el exjugador del CV Burgos.

Su primera temporada en Islandia, la 2019-20, se vio afectada, como prácticamente todas las competiciones deportivas en todo el mundo, por la irrupción de la pandemia del COVID19. «En Islandia, en los primeros meses desde que se introdujo el coronavirus en Europa, la incidencia era bajísima y pudimos seguir haciendo vida normal durante mucho tiempo, hasta que ya se decidió parar la competición y la mayoría de los extranjeros regresamos a nuestros países durante el pasado verano».
La vida al margen del voleibol
Álvaro Cuñado comparte piso con otro español, Antonio Fernández, de Badajoz, exjugador del CV Pacense con el que coincidió años atrás en el Voley Playa Madrid. Entre ellos es fácil saber en qué idioma hablan, pero entre el resto de personas con las que se relacionan a diario se entienden en inglés. «El inglés lo habla la mayoría de la gente, y además con un nivel muy alto. En islandés voy aprendiendo poco a poco distintas palabras, pero para tener una conversación fluida todavía no», confiesa.

Inviernos ha pasado ya dos en Isafjordur, con lo que ello entraña en lo más al norte de Europa, días de solo cuatro o cinco horas de luz. No le ha quedado más remedio que acostumbrarse a ello. «Mientras en verano apenas hay cuatro horas de noche y te metes a la cama siendo aún de día y te levantas también de día, en invierno solo tenemos cinco horas escasas de luz, ya que hasta pasadas las diez de la mañana no amanece y a partir de las cuatro de la tarde o así ya es de noche otra vez. No fue fácil adaptarme a ello la poco de llegar a Islandia, pero durante este invierno ya lo estoy llevando mejor«, asegura Álvaro Cuñado.
Además, entre el voleibol y su trabajo como fisioterapeuta no tiene mucho tiempo libre para hacer otras cosas, y como además el nivel de vida es muy alto no puede abusar de alternar y salir por ahí con sus amigos o compañeros de equipo. «La vida es muy cara. Por ejemplo, comer en un restaurante por 20 euros, que en España lo harías en cantidad de sitios, aquí es imposible. Ese dinero te da para comer una hamburguesa y una Coca Cola».

Pero el mayor contraste que ha notado Álvaro Cuñado entre España e Islandia se refiere a la convivencia entre personas, a su socialización. «Como prácticamente todo es clase media alta en Isafjordur, no hay nada de pobreza en las calles, la gente deja las puertas de sus casa abiertas y no pasa nada. Hay una gran facilidad para la conciliación familiar y no hay nada de delincuencia. La mayoría de los trabajos se desempeñan por las mañanas y luego todo el mundo tiene las tardes libres. Es como un país difícil de creer«, concluye este burgalés que vive, trabaja, disfruta y juega al voleibol en Islandia.
¿Alguien quiere seguir sus pasos?
