Ninguna guerra es justa, ninguna es necesaria y todas son evitables. Provocan no solo muertes, no solo crisis económicas y odios entre naciones que no deberían tener cabida en pleno siglo XXI. Traen consigo también la huida de millones de personas, mujeres y niños en su mayor parte, que tienen que abandonar los países más directamente afectados buscando un bienestar temporal en otros lugares y dejando atrás, allí donde viven, a muchos seres queridos.
Yanina Kokunina, 39 años, seleccionadora nacional cadete femenina de tenis de mesa en Ucrania, es una de ellas. Nozar Solodkiy, 13 años, jugador internacional cadete, y su madre, son dos más. La primera jugó hace 15 años en España, durante seis temporadas nada menos, en el Club Valladolid TM, y por eso tuvo muy claro desde un principio dónde podría encontrar acomodo hasta que esta dolorosa situación llegue a su fin.
«Estuve seis años jugando en Valladolid, en el equipo de la máxima categoría femenina de aquí de España, y también entrenaba a los niños más pequeños del club y era jugadora de la selección de Ucrania. En total estuve aquí ocho años muy a gusto, así que sabía muy bien adonde tenía que venir ahora«, señala Yanina en el inicio de su relato desesperado.
La capital pucelana y también Burgos, donde se encuentra el Centro de Tecnificación del Centro Cívico Río Vena que comparten el Club Burgos TM y el Burgos Féminas TM, están siendo ahora sus dos ‘nuevos hogares’, porque el tenis de mesa burgalés, de la mano de Fran Berzosa, su director deportivo, no ha dudado en abrir sus brazos a Yanina y Nozar.
«Esto que ha pasado es horrible y muchos hemos tenido que salir de Ucrania. Nosotros vivíamos en Kiev, donde junto a mi madre, que es la seleccionadora de la categoría júnior, llevamos los entrenamientos de un club. Mi madre lleva ya 30 años dedicada al tenis de mesa y de sus manos, y ahora también de las mías, han salido muchos jugadores que están ahora en otros países. Allí tenemos nuestras casas, nuestro trabajo, y de repente un día tuvimos que salir y dejarlo todo», rememora Yanina Kokunina con voz entrecortada.
Aun así, lo narra hasta con una cierta naturalidad difícil de creer, relato en el que la ayudan el sonido de las pelotas de tenis de mesa, en el Centro Cívico Río Vena de Burgos donde ha empezado a entrenar a caballo con Valladolid. «No podíamos estar en Kiev por más tiempo, porque estaba siendo bombardeado, y tuvimos que salir de casa con lo justo y los primeros días nos fuimos a vivir a dormir a los subterráneos del metro«.
Y mientras tanto, Yanina entabló contacto con los afortunadamente muchos amigos que dejó en España, en Valladolid y también en Galicia. «Hablé con todos ellos para ver si podíamos venir y me dijeron que sí, me han dejado un piso para vivir hasta que pase esta situación, y yo voy a trabajar como entrenadora aquí, hasta que todo esto finalice. Así que solo puedo estar agradecida. Además, otros compañeros del tenis de mesa de Ucrania también han salido a otros países más cercanos, como Polonia, por ejemplo».
Y, como era de esperar, recuerda muy bien ese primer día en el que tomó la decisión de huir. «Nos despertamos, eran las 6 de la mañana y oímos que estaban bombardeando de nuevo, así que cogimos lo más necesario y decidimos salir del país rápidamente. Fue una decisión muy rápida y de repente nos cambió por completo la vida en solo cinco minutos. Estuvimos andando durante dos días enteros, además con niños pequeños, hasta que llegamos a la frontera con Polonia, y allí ya nos ayudaron para poder llegar hasta España«, cuenta Yanina Kokunina.
Por último, muestra su agradecimiento a quiénes en España le están facilitando a ella, al cadete Nozar Solodkiy y a su madre, muchísimo las cosas. «Lo primero era encontrar un trabajo para poder vivir y esa ayuda la estamos teniendo. Siempre he vivido de entrenar, como mis padres, hasta llegar a la selección de Ucrania. El tenis de mesa es mi vida, así que solo puedo estar agradecida a personas como Fran Berzosa, que me ha ayudado con todo, es muy amable y muy buena gente, así que se lo agradezco mucho».
Y mientras tanto, Yanina, Nozar y su madre seguirán en Burgos, en Valladolid, aquí donde les quieren, porque en su país, en Ucrania, el deporte ha dejado de practicarse, las competiciones no se celebran y los deportistas están privados de hacer lo que más les gusta. Ellos, al menos, han tenido un poco más de suerte, y ahora están en España intentando dar continuidad a eso al cambiar el ruido de las bombas por el de una pelota golpeando sobre la mesa de sus triunfos y victorias. ¡¡¡Que sea por el menor tiempo posible!!!